Ya saben la rutina: clase por la mañana, el frío de noviembre y esas chicas que reparten sonrisas y periódicos gratuitos (e ilegibles, digámoslo todo).
Después, una visita rauda a Lorenzo, que rescata para mí un par de tebeos y me enseña la maqueta definitiva (aunque hay algún ajuste por hacer, aún) de uno de esos proyectos que hemos ido elaborando en las últimas semanas: un libro espectacular, aviso ya. (En cuanto que pueda, les comento con más detalle...)
Comer, trabajar, una caña antes de volver a casa. (En el metro, la prosa hechizante de Marías. Lo que hace este hombre con la palabra y con el tiempo del relato es cosa seria...)
Y sueño. Mucho sueño.
(Y demasiado retraso en casi todo, demonio...)