domingo, 26 de diciembre de 2004

control de daños...


Cubierta e ilustraciones interiores de Brett Helquist. Posted by Hello


(Segundo intento...)

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Les contaba esta mañana que he encontrado esto de aquí arriba revolviendo en un estrato razonablemente accesible de mi caótica biblioteca. (Se lo contaba esta mañana, sí... en un post cuidadoso y elaborado que se me fue al garete cuando intenté colgarlo. Ya sé, ya sé... Escribir primero en un documento aparte y cortar y pegar luego... No escarmiento... Además, es más aburrido; prefiero la inmediatez de escribir directamente en la ventana, corregir a ojo y subir directamente el resultado.)


Es la primera edición (española) del primer libro de la serie. 2001, Lumen. Me llamó la atención en su momento por su aspecto premeditadamente añejo, y por la ilustración de cubierta. Y por las palabras del autor en la contraportada: Querido lector; siento decirte que el libro que tienes en las manos es extremadamente desagradable. Y por la primera frase del primer capítulo, que dice así: Si estáis interesados en historias con un final feliz, será mejor que leáis otro libro.

Irresistible, ¿no les parece?

Se lo pareció a mucha gente: no tardó en aparecer una segunda edición, e incluso una tercera, no hace mucho. (Ahora, con la película recién estrenada, imagino que habrá más...)


Ah, la película... Sólo he visto las escenas de promoción pertinentes en las televisiones, y he tenido oportunidad, también, de leer y escuchar algunos comentarios al respecto. Son esos comentarios lo que me ha empujado a escribir estas líneas. (Y las que esta mañana se perdieron en el éter maldito...)

Más que hablar de las bondades (o no) de la película, a todo el mundo parece que le haya dado por... reflexionar (palabra comodín donde las haya) sobre los derroteros estéticos que parecen seguir las ficciones infantiles de un tiempo a esta parte. Incluso tienen la desfachatez de sorprenderse (¿?) de que los niños no quieran ya héroes positivos e historias alegres, o blancas, o de final feliz... ¡Como si hubiera sido así alguna vez!

Los viejos cuentos eran crueles e imaginativos, terribles, oscuros, antes de que Perrault, los victorianos y Disney los edulcorasen, antes de que la corrección política contemporánea los transformase en un mero derivado de la sacarina. Los viejos cuentos eran ideales, me parece, para la imaginación de un niño, cruel e inventiva también, salvaje y oscura.

Leí no hace mucho (¿Martín Garzo en Babelia, quizá?) que el niño no necesita, ni quiere, explicaciones racionales que le cuenten que no debe temer a la oscuridad. Lo que él demanda es un héroe con quien identificarse, un personaje que se enfrente a los monstruos que, por supuesto, habitan en todo pasillo sin luz, en todo armario cerrado, debajo de cada cama. Que se enfrente a ellos y los venza. En su literatura, en su fantasía, caben la princesa y el hada madrina, por qué no; pero también el bosque tenebroso, el lobo hambriento, el monstruo. Sobre todo, el monstruo.

Y hoy, de pronto, cuando no saben qué decir, cuando les fallan los referentes y sólo saben citar, y no todos, a Tim Burton o a Harry Potter, los de siempre parecen preocuparse por la abundancia de tonos oscuros en determinada ficción más o menos infantil. (De hecho, he leído no sé dónde que la película tuvo que ser retocada para el estreno, que se rodaron escenas nuevas para que no fuera todo tan macabro...)


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Ni que decir tiene, ni este Lemony Snicket ni la señora de Hogwarts, ni Burton ni Gorey, tienen demasiado que ver con la tradición que recopilaron los Grimm, por ejemplo. Porque ellos añaden a sus invenciones algo terriblemente moderno: ironía. Afortunadamente para nuestros chavales... y para nosotros, creo.


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¿El libro? No está mal. Se lee con una sonrisa permanente en los labios.

Probablemente la película merezca la pena. Por lo visto hasta ahora, el diseño de producción es... irresistible.

(Pereza: esa voz que me conduce al sofá y me dice que espere al DVD; que, total, seguro que no tarda en salir y vendrá lleno de extras golosos...)


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(Vértigo: este post hace el número ciento veintiséis; hace ya más de tres meses que abrí este espacio.)



Nieva en Madrid: una noche de cristal.