domingo, 16 de enero de 2005
listas...
Juana de Arco.
Durante las últimas semanas no ha habido bitácora, revista o foro, en nuestro mundillo, que no haya propuesto su lista de los mejores de 2004. Un ejercicio de memoria y reduccionismo que sirve, eso sí, para que los lectores refresquemos un poco el año que ha muerto... y para que los que opinan se mojen, también, un poco.
Yo, me van a permitir, tengo fatal la memoria. Además, no me gusta elaborar listas rígidas, hitparades de lo mejor, lo peor o lo menos triste... Me parece, ya lo he dicho, reduccionista; un malabarismo que deja, siempre, demasiadas cosas en el tintero. (Esas cosas que, inevitablemente, desaparecerán de la memoria, como desaparecieron de los estantes de las librerías.)
(Me parece, eso sí, útil para hacerse una idea de las preferencias personales de quien hace la lista. Porque, por mucha imparcialidad que se pretenda, acaban aflorando los gustos propios. Lo cual no es malo, ojo: pero da pistas.)
No les propongo listas, por tanto. Memoria, ya les digo. (Pereza, también. Mucha.)
Sí les hablaré, en dos líneas, de uno de los álbumes que cerraron, creo (opinión, y gusto, personal: atentos), dejando el listón muy arriba, el año pasado: Juana de Arco, de Andrés G. Leiva.
Lo leí hace un tiempo. Lo he repasado esta mañana, una mirada superficial para recuperar la atmósfera del relato y la sensación de impacto (emocional) que me provocó en su momento: todo está ahí, entre las páginas, intacto. Mi entusiasmo inicial no fue producto de un espejismo. (Ocurre a veces. No sé a ustedes: a mí, sí. Por eso, antes de hablar de algo, procuro echarle un segundo vistazo de confirmación, por así decir...)
El trabajo de Leiva es espectacular, vibrante. Emocionante. Se pueden, sí, rastrear influencias. Él mismo las admite: Corben y Das Pastoras y Mattotti, vale; y Andrea Pazienza, también. (Al menos, a mí me vino a la cabeza en cuanto que hojeé el libro.) Pero son influencias asumidas, asimiladas, digeridas y metabolizadas. Para bien. Para más.
Juana de Arco narra, claro... la historia ya conocida de la Doncella de Orleans. No está planteado el álbum como un trabajo histórico, ni se ha tratado así a los personajes. Es una ficción con base histórica, una recreación, un cuento cruel. Si se hubiera desviado de los hechos, si hubiera propuesto otro final, si el argumento se hubiera planteado de otra manera... no hubiera importado. (Quizá hay ya, a estas alturas, figuras históricas, sucesos reales, que han pasado a formar parte del imaginario colectivo de tal forma que se han transformado en mitos, en seres de ficción, en fantasías.)
Juana de Arco está editado por Sinsentido con ese gusto impecable que es ya marca de la casa. Quizá ustedes lo tengan presente porque se publicó hace poco, a finales del año pasado. De haberse publicado unos meses antes, no importaría: habría que hablar de él como uno de los mejores álbumes de 2004, y tendría que estar en las listas de todo el mundo... o en las de muchos, al menos.
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En Madrid hace un sol espléndido también hoy...