jueves, 5 de enero de 2006

marte

Las dos pequeñas sondas seguirán allá unos meses más, recorriendo centímetro a centímetro la mínima parcela de terreno marciano que tiene a su alcance, enviando datos a casa y demostrando que las cosas pueden, a veces, salir bien. Y hasta mejor de lo previsto.




No se escuchan gritos de batalla, no hay torres de cristal rompiendo el horizonte rosado. Ni siquiera ruinas hay, azotadas por las tormentas de arena roja... Sólo una desolación cristalina, silencio...

Y un paisaje propio de titanes.

Hay en Marte Rojo, una espectacular novela de Kim Stanley Robinson, una descripción de ese paisaje que de verdad engancha y fascina. Hay un viaje en dirigible (si no recuerdo mal, la leí hace tiempo...) cuajado de imágenes potentes, icónicas. Así debería ser la exploración planetaria, al menos en la ficción: más grande que la vida...

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