miércoles, 5 de abril de 2006

tiempo, tinta, escaños...

Lo pensaba esta mañana, mientras venía de comprar el periódico: pasan los años y todo cambia de manera sorprendente. Quiero decir, cuando uno empezaba en esto del tebeo como algo más que pura afición era todo mucho más complicado, más lento... y con ribetes casi míticos, como de trabajo para un Heracles más preparado que servidor de ustedes.

Mi primer viaje al Saló se tradujo en una última cena de galletas (ya un poquito desmigadas) luego de mirar de lejos a un puñado de autores a los que daba apuro acercarse. Ahora, uno recibe en casa acreditación, y podría (de ir) pasearse como Pedro por su casa por lo que es la Zona Profesional. Y se codea, en Gijón o en Avilés, con dibujantes y escritores a los que no se habría atrevido a acercarse siquiera quince años antes.

Cuando empecé a publicar mis cositas, más o menos disfrazadas de reseñas (Stock, Urich...), hablaba de autores que estaban lejos, que uno sentía y sabía lejanos: tiempo, a veces; espacio, siempre. Hoy, es lo más fácil del mundo tender puentes de éter electrónico con el ilustrador más inesperado, hablar con él en tiempo real, intercambiar información, llegar a una relación incluso cordial con gente con la que nunca te has encontrado. Hoy, uno puede hablar de Corben, como siempre... pero, además, puede encontrar la manera de hablar con Corben, discutir puntos de vista, matizar datos de primera mano... y hasta, con suerte, tomar unas cañas con él en unas Jornadas de las mil que se reparten por la geografía del país.

Pero es que, además, la actitud propia ha cambiado, también. Es que el tiempo ya no pasa como pasaba, o la percepción que de ese paso tengo es diferente, en cualquier caso. Porque hace unos años todo era urgente, todo eran prisas, y había que moverse, había que publicar ya, todo era fuego y velocidad y no perdamos tiempo, pero ya no. Ahora, el álbum francés se retrasa de enero a junio y uno parpadea apenas, porque lo que cuenta es que se publique y que se lea. Y se plantea otros proyectos, pero despacio. Lo importante ahora sigue siendo, por supuesto, que se vea lo que uno hace, tener lectores, comunicar. Pero la prisa, la sensación de que si no ocurre mañana no ocurrirá nunca ya... eso pasó.

Todo es mejor ahora, creo. No sólo para mí, no sólo con respecto a mí y cómo veo ahora las cosas. Publicar es más fácil que nunca (en condiciones lamentables, sí; casi siempre... Pero es que nunca fueron para echar cohetes, las condiciones...), y la Red ha facilitado tantas cosas... Y sigue sin haber una industria digna de tal nombre... pero sí hay conciencia de ello entre el público, y sí hay una voluntad de remediarlo: dispersa, no siempre acertada, no sé si condenada a demasiados fracasos, pero ahí está, creo.

Y ahora, además, se habla de tebeos en el Parlamento. Y tan bien están las cosas, que hay un puñado de gente que se niega a alegrarse por la noticia y ya saca a pasear fantasmas de pesebreo o señalan a Marbella.

No sé, hubo un tiempo en que todo era de color negro. A riesgo de pecar de ingenuo, me atrevería a decir que, hombre... gris claro ya se va viendo, ¿no?

(O igual es que me he levantado con el optimismo pasado de vueltas: anoche pude ver House, el cielo brilla en azul ahí fuera... No sé.)

3 comentarios:

maria josé dijo...

Pues estoy pensando que me gustaría ver alguno de esos trabajos que tiene usted publicados...
¿Dónde puedo encotrarlos?
Un saludo.

fcnaranjo dijo...

Por ahí andan, de hace tanto ya...

En unos pocos meses tendré algo más en la calle (más presentable). Yo te aviso.

(¡Gracias!)

j. dijo...

La expresión justa, sí: se niegan a alegrarse. A mí que me lo expliquen ( y no es que sea yo el campeón de los optimistas precisamente, pero... lo que es, es).

Y muy buen texto. :)

Un saludo.