Crecí con historias ambientadas en el futuro, en distintos futuros. Historias con robots y de robots, maquinistas y ludistas, de viajes en el tiempo y de catástrofes climáticas, post-atómicas y pre-atómicas, optimistas y pesimistas, extrañas, rabiosas, fascinantes siempre.
A veces, es suficiente que en una ficción cualquiera aparezca un elemento vagamente cientifista, o un androide introspectivo, o una referencia a la carrera espacial, para que merezca mi condescendencia, mi simpatía y, en ocasiones, todo mi interés.
Alguien ha dicho que la de Ciencia-Ficción es una literatura de ideas, y ha dicho bien. Pero no es únicamente eso (que no sería poco, por cierto). Es también la maravilla, lo desconocido desplegado ante nuestros ojos, el misterio, la aventura, ir más allá. Es búsqueda y poesía, es atrevimiento. Y reflexión, también; análisis.
Pasé, en tiempos, de Nemo y Robur a Asimov y a Clarke. Lovecraft y Lem abrieron horizontes en los que no faltaban las referencias a ilustres antecedentes: Swift, Wells. Llegó LeGuin, el torbellino posterior: Gibson (qué bellísimas sus dos mejores novelas: Idoru y Neuromante). Y yo, cada cierto tiempo, volviendo a dejarme atrapar en sus redes, descubriendo nombres nuevos, tendencias nuevas, mundos nuevos. Llegó Benford, llegó después el grandísimo Baxter, el renacer de una Space-Opera que ya no utiliza espadas láser y monstruos de ojos saltones, pero que asombra como pocas veces ha llegado a hacerlo el género, me parece.
Y aquí sigo, enganchado a un género que es ya más que un género, que es una manera de crear y entender la creación, y una forma de mirar el mundo, la historia y al propio ser humano. Un género vigoroso, un género que está vivo y que es, sobre todo, ficción, pero a veces también literatura (y de la grande, de la que arrastra). Que es, cada día más, necesaria para entender lo que está pasando, lo que somos, lo que podríamos ser.
A veces, es suficiente que en una ficción cualquiera aparezca un elemento vagamente cientifista, o un androide introspectivo, o una referencia a la carrera espacial, para que merezca mi condescendencia, mi simpatía y, en ocasiones, todo mi interés.
Alguien ha dicho que la de Ciencia-Ficción es una literatura de ideas, y ha dicho bien. Pero no es únicamente eso (que no sería poco, por cierto). Es también la maravilla, lo desconocido desplegado ante nuestros ojos, el misterio, la aventura, ir más allá. Es búsqueda y poesía, es atrevimiento. Y reflexión, también; análisis.
Pasé, en tiempos, de Nemo y Robur a Asimov y a Clarke. Lovecraft y Lem abrieron horizontes en los que no faltaban las referencias a ilustres antecedentes: Swift, Wells. Llegó LeGuin, el torbellino posterior: Gibson (qué bellísimas sus dos mejores novelas: Idoru y Neuromante). Y yo, cada cierto tiempo, volviendo a dejarme atrapar en sus redes, descubriendo nombres nuevos, tendencias nuevas, mundos nuevos. Llegó Benford, llegó después el grandísimo Baxter, el renacer de una Space-Opera que ya no utiliza espadas láser y monstruos de ojos saltones, pero que asombra como pocas veces ha llegado a hacerlo el género, me parece.
Y aquí sigo, enganchado a un género que es ya más que un género, que es una manera de crear y entender la creación, y una forma de mirar el mundo, la historia y al propio ser humano. Un género vigoroso, un género que está vivo y que es, sobre todo, ficción, pero a veces también literatura (y de la grande, de la que arrastra). Que es, cada día más, necesaria para entender lo que está pasando, lo que somos, lo que podríamos ser.
8 comentarios:
No es mal género al que engancharse señor Naranjo... Siempre hay agoreros dispuestos a matarlo pero, cuando más malito está, alguien lo hace resurgir.
No se me olvide usted de Asimov, Herbert ó Dick. Por añadir sólo otros tres nombres...
Gracias por el enlace.
Ni Ballard, Bear, Willis, Sturgeon... tantos...
(De nada...)
Suelo decir que aprendí a leer tarde, con 15 años. Al momento aclaro que, por supuesto ya sabía leer antes, pero que entonces fue cuando me apasionó hacerlo. Y fue con Ray Bradbury y su "Hombre Ilustrado" y las "Cronicas Marcianas" (que todavía habrá alguien que piense que es un programa de tv). Y después Henry Cuttner y Asimov (ahhh, los tres primeros de "La Fundación") y más tarde Frank Herbert y Orson Scott Card y ultimamente Lois McMaster Bujol...
Sí... mi vieja amiga CF.
Un saludo desde la hastiada piel del cornudo toro.
Los tres de La Fundación, sí, que luego fueron más y no sé yo... ejem...
Y Bradbury, claro: Crónicas marcianas es un libro imprescindible, diría yo. Con los demás suyos que he leído, que no son muchos, tengo mis más y mis menos, pero Crónicas está tan lleno de imágenes sugerentes...
no soy más que ocasional visitante de la cifi literaria, mas, como sobre todo lo que los mass media desprecian, siempre le he tenido querencia. Mi apoteósica entrada real en este género fue con El Hombre en el castillo, o Dick desatado, demostrándome la complejidad del contar un mundo desde dentro, sin explicarlo, dejando en mí, a cada frase, un desconcierto y un querer entrar en esa realidad nueva.
Luego vinieron varios intentos casi a ciegas que me demostraron el gran pecado: hay ideas, pero falta estilo. Pocos de estos escritores (de estos que yo leía, digo) eran Grandes escritores, sólo funcionarios del párrafo que plasmaban convincentes ideas. Hasta otra "epifanía": Bradbury.
Y me falta Lem, quien dicen es un escritor de estilo muy superior a esa media "funcional".
ASí que, sí, con juicio severo, pero me gusta la cifi (o al menos no me cierro a ella)... y admito recomendaciones ;)
Lo del estilo siempre es muy relativo...Y lo de ser funcionario del párrafo es bastante más complicado de lo que pueda parecer.
Yo hay dos obras que a mi entender aunan lo que (creo) usted quiere decir, Sr. Punch. La ya mencionada "Crónicas Marcianas" y "1984".
Lem le gustará.
Lem es grande.
Ursula LeGuin escribe como poca gente sabe.
Gregory Benford, en el entorno de lo que se llama CF "dura", es quizá el mejor. Y sus mejores obras, Cronopaisaje y, sobre todo, En el océano de la noche.
Y otro día hablamos de calidades, de escritores, de literatura grande y pequeña... que es todo tan relativo, por así decir...
pues gracias por las recomendaciones.
Y no se me interprete mal, lo del funcionario del párrafo. A veces el estilo es lacónico por necesidad, por adecuación a lo narrado (Dick por seguir con la cifi sería un ejemplo perfecto, a mi entender) otras no es así. Y aburre.
Pero igualmente abandonarse a la prosa florida y pseudotrascendente puede ser el peor de los remedios. Es todo saber cuál es el punto que conviene a lo narrado, pienso :)
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