Como es de ley, amanece lluvioso, gris, frío.
Hay un silencio desconcertante en la calle. ¿Será verdad que todo el mundo está de vacaciones?
Yo, mientras tanto, voy acumulando agravios: a ver, ¿a cuento de qué el afán, en Cuatro, por reponer episodios antiguos de las series estos días y guardar las entregas nuevas para... para la semana próxima, imagino? Mal, mal... que uno hace un barrido catódico y tropieza con romanos y crucificados allá donde mira...
Por suerte, tengo la recámara bien surtida de balas. Anoche disfruté con Domino, película supervitaminada y hasta mineralizada de Tony Scott, una de esas estilizadas naderías que te dejan enganchado a la butaca hasta que aparecen los créditos de cierre. (Además, y como guiño personal, el gran Tom Waits tiene un brevísimo papel hacia el final de la película.)
Para estos días de pasión y resurrección tengo, además, Déjà vu, también de Tony Scott, que promete ir en la misma línea, y varios episodios de cosas pendientes. No caeré en las garras de Barrabás o similares...
¿Qué más les cuento? Hoy también he actualizado aquí al lado... Y sigo leyendo. A ratitos. Por ejemplo, esta mañana he saboreado el trabajo de Jaime Hernández en la última entrega de Love & Rockets: de pronto, el personaje de Vivian demuestra tener una hondura que hasta hoy no le conocíamos.
En fin... buenos días. A ver si luego...
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