domingo, 10 de febrero de 2008
coraje
A veces te llega noticia de otra gente, de historias ajenas que, por alguna razón, te tocan. Gestos que te rozan y te hacen pensar. No hace mucho, por ejemplo, un amigo me comentó que había pasado un fin de semana "cojonudo" en el tanatorio, que un pariente suyo había fallecido después de una enfermedad larga y muy puta que había ido contando en una blog. Y le pedí la dirección. Y leí, he ido leyendo, a ratos, a saltos, de manera desordenada, un discurso vivo que es confidencia y es grito de rabia y deja el cuerpo raro, sin saber un poco a qué carta quedarse, pero teniendo muy claro a cuál no quedarse: la tristeza de la derrota. Porque no. No la hay. Y si en el espacio que aquí les enlazo hay pestañas, ya lo verán, dedicadas a temas abstrusos e intelectuales, Derrida, filosofía de la de saber alemán... lo que de verdad queda en el recuerdo no son los libros, no es una carrera más o menos exitosa, de mérito. Lo que queda es la energía del relato de la enfermedad, la actitud valiente, la generosidad y el amor. Queda la gente. Todo lo demás es... pasajero.
Digo yo... (Y escribir estas cosas, escribir de estas cosas, mientras entra el sol por la ventana... tiene sentido.)
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