Mientras anoche todo era tirarse tierra a los ojos y yo esto pero tú más, mientras el de la barba acusaba al de las cejas de agredir a víctimas de las que se pasan la vida en la calle, al abrigo de las pancartas, hoy uno se va a la cama con esta noticia. Y se lleva a la almohada el sabor de la rabia entre los dientes, y de la desesperanza... porque hasta que estas cosas no tengan el mismo tratamiento, la misma "importancia", que otros atentados terroristas de corte más político (ah, no, que eso no se puede decir), nada va a cambiar.
2 comentarios:
En mi calle tengo claro que no hay comandos de terroristas,
pero vive un asesino que a su mujer la tiene en su lista.
No hay bombas ni metralletas, pero en mi calle hay un arsenal
del machismo más violento,
del terror de un elemento
que parece muy normal.
Ella no recibe
cartas que le exigen
que se vaya lejos si es que su vida quiere salvar,
si se va la persigue, persigue, persigue,
y su etarra particular
logrará encontrarla
pa secuestrarla
otra vez en su hogar.
El terror que la amenaza nunca reclama su independencia,
él le exige a su sirvienta que siga siendo su propiedad.
Ella es tan poquita cosa
pa ponerle alguna escolta...
Su persona nada importa,
no es ministra o concejal.
Para defenderla,
ella, pa defenderla,
no tiene un juez Garzón
que se apunte tantos
porque su caso
a nadie interesa.
Si se acaba su infierno
no acudirá el gobierno
a un entierro del montón.
No busca entre las sombras
que alguien se esconda
y ponga una bomba bajo su coche,
pero evita cada noche
tener un roce
con el terror.
En su casa no hay comandos,
hay un macho amenazando,
que no ha de perder de vista.
Ella, sola y sin protección,
espera su atentado
durmiendo al lado
de su terrorista.
Tango del coro "El castillo encantado", que saliera, con música de Julio Pardo y letra de Antonio Rivas, en el Carnaval de aquí, de Cádiz, allá por el año 2002.
Que pensé que venía a cuento y tal, vaya, aunque ya estemos en Cuaresma (sigh).
Un saludo.
Muy a cuento, amigo Alfred. Muy a cuento.
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