Hace ya unas semanas que está en el mercado la última entrega de La época de Botchan, el manga histórico de Taniguchi y Sekikawa editado por Ponent Mon. He estado leyéndolo (y disfrutándolo) estos días, en mis viajes suburbanos.
La época de Botchan es un título difícil, en el que se solapan episodios apasionantes con otros más bien tediosos. Una obra cuajada de nombres propios, de personajes históricos, de referencias que no siempre quedan claras. Una obra narrada con un ritmo lento y una línea temporal quebrada: el relato se bifurca hacia el pasado cada poco, se disgrega, sigue a diferentes personajes, regresa al poco para avanzar otra vez, despacio, minucioso, atento siempre a los detalles periféricos. Es retrato de una época y reflexión sobre sus claves políticas y culturales. Es también comedia (costumbrista, a veces), y es drama; y hasta documental. Es muchas cosas, pero es sobre todo un magnífico artefacto, otra demostración de la capacidad narrativa, dramática y emotiva del medio, de la Historieta. (Del manga, en este específico caso.)
Leyendo este último libro, que retoma a Natsume Sôseki como protagonista en sus últimos meses de vida, no he podido dejar de pensar en que no hace tanto, a raíz de un texto que escribí sobre manga, o quizá sobre Taniguchi en concreto, me preguntaba cuándo podríamos ver editada esta obra en castellano. Y compruebo en casa, tras bucear en la habitación del pánico, que la primera entrega la publicó Ponent Mon en 2005. El tiempo vuela... y también del tiempo, de su transcurso, habla La época de Botchan. Y de nuestros actos y sus consecuencias. Del vértigo del cambio y del miedo de quien no lo quiere. De fe, de compromiso.
Son siete libros en los que seguimos la peripecia vital de diferentes escritores japoneses que vivieron y definieron con su obra un momento fundamental en la Historia de su país: el final de la Era Meiji, el encuentro con el pensamiento occidental y su influencia arrolladora, el principio de una nueva era que acabaría por eclosionar tras la Segunda Guerra Mundial. Siete libros editados con gusto, impecables y, creo, necesarios; son de esos que, con el tiempo, piden más de una relectura.
La época de Botchan es un título difícil, en el que se solapan episodios apasionantes con otros más bien tediosos. Una obra cuajada de nombres propios, de personajes históricos, de referencias que no siempre quedan claras. Una obra narrada con un ritmo lento y una línea temporal quebrada: el relato se bifurca hacia el pasado cada poco, se disgrega, sigue a diferentes personajes, regresa al poco para avanzar otra vez, despacio, minucioso, atento siempre a los detalles periféricos. Es retrato de una época y reflexión sobre sus claves políticas y culturales. Es también comedia (costumbrista, a veces), y es drama; y hasta documental. Es muchas cosas, pero es sobre todo un magnífico artefacto, otra demostración de la capacidad narrativa, dramática y emotiva del medio, de la Historieta. (Del manga, en este específico caso.)
Leyendo este último libro, que retoma a Natsume Sôseki como protagonista en sus últimos meses de vida, no he podido dejar de pensar en que no hace tanto, a raíz de un texto que escribí sobre manga, o quizá sobre Taniguchi en concreto, me preguntaba cuándo podríamos ver editada esta obra en castellano. Y compruebo en casa, tras bucear en la habitación del pánico, que la primera entrega la publicó Ponent Mon en 2005. El tiempo vuela... y también del tiempo, de su transcurso, habla La época de Botchan. Y de nuestros actos y sus consecuencias. Del vértigo del cambio y del miedo de quien no lo quiere. De fe, de compromiso.
Son siete libros en los que seguimos la peripecia vital de diferentes escritores japoneses que vivieron y definieron con su obra un momento fundamental en la Historia de su país: el final de la Era Meiji, el encuentro con el pensamiento occidental y su influencia arrolladora, el principio de una nueva era que acabaría por eclosionar tras la Segunda Guerra Mundial. Siete libros editados con gusto, impecables y, creo, necesarios; son de esos que, con el tiempo, piden más de una relectura.
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