Revisión de la caldera: todo bien, pero adiós a los planes para la mañana. Nada de peluquería: otra semana de ir por ahí como Lobezno.
¿Más? Domingo de trabajo: eso siempre distorsiona el resto de la semana y proporciona un lunes de algodón en rama y espalda dolorida. Si se añade una noche ligeramente toledana (no se duerme bien en verano; o no duermo bien yo, en fin), qué les voy a contar.
Después de la agradable sorpresa que supuso Zona templada, me he decidido estos días a embarcarme en la lectura de Las correcciones, la novela que proporcionó fama y éxito (poco más o menos) a Jonathan Franzen. Y, si bien es cierto que apenas llevo leídas cincuenta de sus muchas y apretadas páginas, puedo asegurarles que la cosa va sobre ruedas y me está enganchando como a mí me gusta que los libros me enganchen.
¿Aún más? Pues no sé qué decirles ahora... que todavía tengo la cama sin hacer...
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