domingo, 16 de agosto de 2009

carnavalito

Leyendo la prensa, hay una cosa que sigo sin entender. No entiendo esa objeción de conciencia que impide a un boticario ofrecer el servicio público que está obligado a ofrecer. Es decir, está ahí para proporcionar al ciudadano una serie de cosas... entre ellas, desde luego, preservativos o, a partir de ya, la célebre píldora postcoital (feo nombre). Pero no, resulta que se niegan en conciencia, es decir, porque sus creencias (religiosas, supongo) entran en conflicto con sus obligaciones. Que ya me parece gravísimo. Pero es que, además... a ver, ¿quiénes son ellos, objetores o no, para realizarle un cuestionario a la mujer que acuda a comprar el producto de feo nombre? ¿Quiénes son para preguntarle si tomó precauciones, si utiliza métodos anticonceptivos, cuándo y cómo lo hizo? ¿Quiénes son para interrogar, decidir y, por tanto, juzgar?

Hombre, no sé... a mí me parece un despropósito, ¿no? Creo.

La derecha más ultramontana los anima, a los boticarios, a que objeten, y hablan de la desobediencia civil como si la hubieran inventado ellos... y a mí todo esto no me provoca más que vergüenza. Mucha.

1 comentario:

AnnieChristian dijo...

Ya puestos, que objeten de verdad y renuncien a la concesión de su farmacia para que su lugar lo ocupe otro dispuesto a dar servicio a todo el mundo. Porque hemos pasado de que nadie pueda ser discriminado por su religión a serlo por lo contrario. Absurdo.

Por otro lado, ¿por qué se acepta la cuestión moral como si ésta se refugiase en exclusiva en lo religioso? A mi me parece aceptable que alguien considere que el aborto no es lícito, aunque esté en desacuerdo, pero no acepto la intermediación de un supuesto Dios en la ecuación, es más, si la valoración de esa moralidad se basa exclusivamente en la palabra de un supuesto Dios, directamente la desecharía. Nuestra sociedad no puede tomar como válida la magia para ningún tipo de discurso, eso debe quedarse en las creencias de cada cual.

No es posible discusión racional, luego no es válido que esa idea traspase al discurso de la sociedad.

En fin.