En el tanatorio, esa sensación de estar cerca de la gente: el abrazo, la empatía. La sensación cálida de ver que va llegando gente a la que conoces, con la que compartes cosas y tiempo (a veces, más tiempo que cosas... pero no importa en ese momento).
Retirarte cuando E está menos sola y hay ya más gente alrededor.
De vuelta, las vistas nocturnas y el paseo hasta donde hay tráfico, metro, paradas de autobús. Regreso a casa, preparar algo de cena. Una cerveza fría, dos.
(Y justo hoy he visto, qué casualidades, a C, de visita después de dos años, que me ha preguntado por E: que todavía tiene un libro suyo. Justo hoy, ya lo ven.)
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