domingo, 24 de febrero de 2008

sueñero


No recuerdo en qué revista leí las primeras entregas de este trabajo asombroso de Enrique Breccia, hace ya un buen manojo de años y de páginas. Sí sé que me sorprendió por lo insensato del argumento y los diálogos.

Ahora, en una edición completa (parece) y más digna de lo que un primer vistazo hace augurar, a cargo de Doedytores, he podido recuperar la sensación de extrañeza y perplejidad que me asaltó entonces. Y he vuelto a sonreír ante una mirada previsible hoy (no sé si entonces lo sería), y ante el desparpajo con que el autor maneja referentes y se burla de ellos mientras construye un elaborado retablo bufo. Y me he vuelto a admirar con su capacidad plástica, esa manera de plantear el blanco y negro y de amoldar la página a sus necesidades. Y me he maravillado ante una celebración tan brillante de patafísica y de gozo por parte de un
Enrique Breccia al que pocas veces he visto tan eficaz y tan espectacular y tan sobrado.

No es una obra mayor (o quizá sí: a ver quién es el guapo capaz de dibujar esas fronteras) ni conviene leerla de corrido, por lo mismo que no es sano comer más dulce de leche del que se puede digerir, pero es un libro que ya tardaba en estar en mi biblioteca.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo tengo en mi montaña de Pendientes.

En cuanto tenga un ratito (o varios) lo disfrutaré debidamente. Ya sólo ojearlo es un goce.

Impacientes Saludos.

Anónimo dijo...

Hay un episodio que me parece extraordinario, el de la invasión en que lo de fuera se funde con el paisaje, se camufla, "desaparece".