Pues sí. Despacito, nos vamos poniendo al día.
Les cuento. Primero, David B y su Jardín armado. ¿Qué les puedo contar? Que la edición es una belleza: ¡qué bien huele! Pero no sé explicarles por qué el trabajo de este hombre, en especial cuando aborda estas maneras míticas, oníricas, fabulosas, por qué su trabajo resulta tan hipnótico, tan emocionante, tan deslumbrante. No les sé explicar por qué la conjunción de imagen y texto funciona como funciona, cuando en cualquier otro cojearía de uno y otro lado. No sé decirles por qué sus libros (y este en especial) son tan llenos de poesía y de fuerza expresiva, ni por qué es tan difícil explicar los porqués. Sí puedo decirles, ya ven, que los cronistas que fueron recopilando, inventando o falsificando Las 1001 Noches perdieron, sin David B, a un fabulista de peso. Y que también lo perdieron los evangelistas, y quienes escribieran el Corán, el Mahâbhârata y demás libros sagrados. Porque el potencial creador de David B, su fuerza y su voz tienen sus raíces ahí, en el universo mágico de quienes fabularon el mundo.
Y, hablando de fábulas y cosmogonías, Sfar es único a la hora de urdir unas y relativizar otras (o viceversa, qué más da). Y, con el excelente apoyo de un Gibert soberbio en su aparente (engañosa) pulcritud, en Las olivas negras se emplea a fondo en la tarea de contextualizar e ironizar en torno al judaísmo en una suerte de apropiación jocosa de escenarios que creíamos conocer por La vida de Brian o, más recientemente, por la teleserie Roma. Diálogos, escenarios y personajes notables para una curiosa comedia histórica de situación que se lee con regocijo y resulta, cada pocas páginas, más que brillante.
Pero hablábamos de humor... y poca gente lo cultiva hoy y aquí como Manel Fontdevila, que entrega un nuevo libro de La Parejita, su título emblemático. A estas alturas, qué voy a decir de él y su obra que no se haya dicho ya en cien sitios, empezando por aquí mismo... Los protagonistas han madurado (o eso nos quieren hacer creer...) y llega la hora del embarazo, del niño. Y jamás he visto a nadie dibujar a un bebé tan de verdad, ni he leído nunca un puñado de anécdotas tan hilarantes y tan tristemente (o no) pegadas a la pura realidad. Manel era ya grande, lo ha sido desde hace mucho... pero estas páginas lo confirman como uno de los historietistas más sólidos y honestos que hemos tenido nunca. (Y, además, dan para reír hasta que se resientan las costillas...)
Por último, he podido leer la segunda entrega del 36-39. Malos tiempos, de Carlos Giménez. Su particular ajuste de cuentas con la Guerra Civil. Y, a mi entender, su obra definitiva. En este segundo libro hay una línea narrativa más fluída y más unitaria. Y hay también un último capítulo (cada libro tiene varios, casi todos cortitos y con protagonistas diferentes), Sito, que hiela la sangre y confirma que el Giménez soberbio en las imágenes, el más poderoso, el que nos deja con un nudo en la garganta después de la última viñeta, no ha perdido ni un poquito de su fuerza.
Le achacan maniqueísmo, le reprochan tomar partido. Le acusan de sentimentalismo, incluso. Yo les puedo decir que, de su mucha obra, este Malos tiempos es quizá, tras la ironía amarga de Cuentos de un futuro imperfecto, tras la rabia de Koolau el leproso, tras la negra tristeza de Paracuellos y la melancolía de Barrio, lo mejor que Carlos Giménez ha entregado nunca a la imprenta. Y hacerlo hoy demuestra una valentía (sí, lo sé, pero me reafirmo: valentía) nada desdeñable.
4 comentarios:
No he leído el segundo pero el primero me dejó bastante frío. Giménez es un monstruo y como tal le esperaba y sin embargo me encontré con un álbum algo deslabazado que reproducía sus cuitas más personales pero en un escenario conocido por todos. Y ahí es donde yo no entré. Creo que todos los españolitos de a pie tienen su propia mitología familiar relacionada con la Guerra Civil y en mi caso, las historias que corren de vez en cuando y que se repiten y deforman están bastante por encima del pálido reflejo que recrea Giménez. Luego está todo lo que se ha escrito, filmado e incluso dibujado de aquel desastre y ahí le doy toda la razón, Giménez ha sido muy valiente al enfrentarse a algo sobre lo que parece que está todo dicho. Quizás el segundo volumen alce el vuelo y de fe del enorme talento y saber hacer del maestro pero creo que el primer álbum no está a la altura del mejor Giménez.
El segundo está más cuajado, por así decir...
Lo último de Carlos es sin lugar a dudas de lo mejor de Carlos.
Y sería una injusticia que no recibiese el premio Nacional este año.
A mi, el primer tomo me dejó con la sensación de "más de lo mismo" pidiendo algo más y estaba convencida de parar y no seguir con este segundo...
Besitos
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