Anoche estuve viendo Mataharis, la película más reciente de Icíar Bollain. Y tengo que decir que me gustó. No sé si tanto como esperaba... pero tampoco estoy seguro de lo que esperaba. Lo cierto es que la directora (co-guionista, también) me cae bien, sus proyectos son siempre interesantes y los resultados, en general, no desmerecen. Es una señora con criterio, con buen oído para el diálogo, con gusto a la hora de plantear el trabajo de cámara y a la hora de dirigir a los actores. Es una señora que no carece de humildad, además, cuando habla de su obra, algo que no abunda en el cine español y que uno agradece mucho, la verdad.
Me gustó, digo. Me gustaron las actrices, que están soberbias (sí, también la Nimri; a pesar de que sigue susurrando más de la cuenta). Me gustó el planteamiento de guión, la fragmentación aparente, la sensación de que todo sigue y nada acaba. Me gustó el regusto agridulce que deja cuando llegan los créditos del final: hay tres historias principales y sólo una termina "bien", por así decir, pero la tristeza de las otras dos está teñida de ya pasará y de hay que seguir. Me gustó la asunción de un género tan codificado como el de "lo detectivesco" para inyectarlo de costumbrismo y de vida cotidiana y transformarlo así en otra cosa, sin abandonar la peripecia, el "caso".
No suelo ver cine español (ni suelo ser categórico a la hora de decirlo, como ahora; como si el cine español fuera un género concreto y específico, uniforme, impermeable), y seguramente me he perdido más de un título que estará a la altura, quizá, de esta película. (El otro día hablé bien de Tapas: otro ejemplo, no tan satisfactorio.) Pero me consta que son los menos. A lo mejor por eso los disfruto más. Y a lo mejor es también por eso que las decepciones, cuando llegan, son mayores.
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