sábado, 28 de agosto de 2010

recherche

(Hace ya unos años que me apeé en marcha de un proyecto llamado Tebeos en palabras que tenía que ver, si mal no recuerdo, con lo que luego ha sido Viaje a Bizancio. Las razones no vienen al caso, pero cuando me fui había propuesto una sección titulada La Recherche en la que hablaría de tebeos que me sorprendieron en su momento, y había entregado ya el primer texto. Lo cierto es que no sé si al final se publicó: andaba yo bastante liado entonces...)


La Recherche

En el cajón de la memoria, recuerdos extraviados de lecturas que sorprendieron y conservan, todavía hoy, su capacidad de entusiasmar…



Majestic: the big chill.


Uno va estando cansado de la épica del superhéroe, porque a menudo da cobijo a cosas impropias y, casi siempre, mediocres, y porque es de una monotonía insufrible escuchar, leer, los mismos paralelismos salidos de madre una vez y otra, y otra, y otra más: que si Homero, que si las mitologías, que si las Grandes Cuestiones de la Humanidad, que si los simbolismos… Por eso, cuando encuentra un tebeo del género que intenta ir más allá de tanta responsabilidad estética y se dedica, sin más, a entretener, a narrar, a divertir, uno se deja llevar. Si el tebeo es olvidable no pasa nada, se olvida y ya está: de olvidos felices de ese tipo está hecha la vida. Si tiene algo más, un ingrediente que lo haga, de una u otra manera, memorable, ahí queda, fijado en el recuerdo y guardado en la correspondiente caja, junto con los demás. Suelen estar firmados por la misma gente, así que no es difícil, luego, encontrarlos: hay que buscar en la M de Miller, del Miller antiguo; en la C de Chaykin; en la M de Morrison; últimamente, en la W de Whedon y en la S de Straczinsky; en la M de Moore, claro. (Hay más nombres, pero no muchos más, me temo. Y con tres “emes” hay suficiente, por ahora.)

De Alan Moore hay mucho que decir. Todo el mundo tiene una opinión sobre él, como personaje y como escritor. Todo el mundo dice haber leído sus trabajos. Yo lo descubrí hace muchos años, cuando demolía los pilares de un par de géneros en su Swamp Thing. Luego llegó Watchmen, deslumbrante, y todo cambió. He seguido su obra en la medida de lo posible y lo he leído casi todo. Incluso me atreví a escribir una monografía, un salto mortal sin red que todavía hoy no acabo de entender cómo me atreví a dar.

De Alan Moore casi nadie menciona esos trabajos puntuales que van sembrando su carrera de manera irregular, encargos un poco insensatos que él acepta con agrado, o eso se diría, para entregar pequeñas joyas menores en las que no es difícil leer su amor por el género y su entusiasmo por el medio. Con uno de esos encargos tropecé casi por casualidad, un número especial de Majestic, titulado The big chill. En principio, lo único que me llamó la atención fue el nombre de Moore en los créditos. Al personaje, otro trasunto de Superman, ni siquiera lo conocía, y el dibujante, un tal Carlos D’Anda, no destacaba por sus capacidades artísticas, pero Moore casi nunca me ha defraudado (y si lo hace, en las raras ocasiones que lo ha hecho, es siempre por encima de la media).

La lectura fue gratificante, un despropósito bien hilvanado en el que se mezclaban conceptos de cosmología moderna con personajes como el Judío Errante, una cepa de sífilis y una figura divina. (Bien hilvanado, sí, por increíble que suene.) Yo, por entonces, acababa de descubrir a Stephen Baxter, uno de los paladines de la nueva Space-Opera británica, y había leído con asombro creciente su Ring, su Timelike Infinity. Allí estaban los escenarios: el final del tiempo, un universo agotado, frío y oscuro, sin rastro de vida. Allí estaban los conceptos, aplicados con inteligencia por Moore a un argumento fiel al género y, a la vez, ajeno a él, rompedor por inhabitual: pocos guionistas de superhéroes se atreven a manejar recursos de Ciencia-Ficción y llevarlos a sus últimas consecuencias.

La lectura, insisto, fue gratificante, estimulante. Ocurre siempre con Moore, o casi siempre. Pero a veces, de cuando en cuando, la sorpresa es doble sorpresa. En un campo en que lo sorprendente escasea, no es poca cosa que te sorprendan por duplicado.





4 comentarios:

Octavio B. (señor punch) dijo...

desde luego, sí recuerdo que algo publicaste (por allí estábamos muchos... es curioso, personalmente lo asocio a una época de mayores implicaciones en estas cosas de los tebeos, y el "trabajar" codo con codo con bloggers harto reconocidos y al tiempo con firmas de aquellas de los fanzines -la tuya sin ir más lejos- me ilusionaba mogollón)
Con todo, la publicación (que efectivamente pilotaba Yorkshire, un t+io tan enamorado del cómic que terminó editándolos) duró poco, una pena.

FHNavarro dijo...

Tengo muy buenos recuerdo de este tebeo de Moore. Supongo que a todos nos pilló con la guardia bajada y nos impactó lo suficiente como para recordarlo después de tanto tiempo.

Don Francisco, ¿Está usted de limpieza de verano? ;)

Un saludo

fcnaranjo dijo...

No, pero habrá una limpieza de invierno, quizá... Ya le haré saber, en su momento, don Cachalote.


Octavio: sí recuerdo que cuando me bajé en marcha dejé el texto entregado y ofrecí a Yorkshire que la sección fuera compartida entre los diferentes colaboradores... Cosa que, por cierto, me sigue pareciendo buena idea. Todos tenemos en la cabeza dos o tres títulos de esos que se nos han quedado marcados a fuego, y sería bonito que todos los pusiéramos negro sobre blanco, que los revisitáramos y lo compartiéramos...

FHNavarro dijo...

Ok, tomo nota.

Un saludo