breviario con gorro rojo

Acabo de charlar por teléfono con mi amigo C, con el que hacía mucho que no hablaba. Ayer recibí un mail de mi amiga M, desde su Bilbao; también hacía tiempo que no sabía de ella. Esta mañana he contestado un mensaje de B, que me felicitaba las fiestas. A la larga, ya ven, le coge uno el gusto a estos días navideños... No solamente por tener noticias de la gente con quien tienes menos contacto: hace dos noches estuve de cena con las chicas, y nos lo pasamos francamente bien. La navidad facilita esas cosas, y quién soy yo para resistirme. (Aunque acercarse al centro de la ciudad sea, desde hace días, una pesadilla, y acudir a unos almacenes o intentar comprar algo incluso en el barrio sea trabajo hercúleo.)

Por lo demás, qué les cuento. Ya ven que actualizo poco y a destiempo: mucho lío en casa con los últimos ajustes en el edificio Baxter, entre otros imponderables. Probablemente la mudanza efectiva se produzca unos días después de Reyes, y eso da un poco de vértigo, qué quieren... (La otra, la mudanza lenta, la de ir ordenando libros y tebeos y papeles, clasificarlos en sus cajas, ver qué se viene conmigo y qué se deja para vender, regalar o reciclar... esa vendrá justo después... y qué miedo me da.)

Tampoco de lecturas voy muy al día. Y estos días entra, además, la temporada de listas: lo mejor del año, lo peor, lo que hay que leer, ver, escuchar, tener... esa compulsión por clasificar en categorías inofensivas los 365 días pasados, ya saben.

En fin, no digo más. Que esta noche es Nochebuena, y Raphael vuelve (es para no creérselo) a La 1. Felices fiestas.