Ajá... En efecto, ya lo decía yo: tormenta de arena. Arrolladora, abrumadora. Dos días azotados por la permanente lluvia de polvo rojo que acaba filtrándose en todas partes, amontonándose en los rincones, oxidando la saliva, las lágrimas. Sin comunicación posible, sin más que hacer que contemplar la cortina roja en el mirador y sentirse minúsculo y fuera de lugar, intruso en el infierno.
Esta mañana, el cielo rosado volvía a ser visible. El paisaje ha cambiado: una nueva configuración de dunas rodea la Base, un nuevo mapa que interpretar.
Muy pronto, el despegue. Crucero sombrío hacia el cinturón de asteroides... Hay que aprovisionarse: bucles musicales, películas, libros almacenados en micromemorias... La travesía no es corta...
Esta mañana, el cielo rosado volvía a ser visible. El paisaje ha cambiado: una nueva configuración de dunas rodea la Base, un nuevo mapa que interpretar.
Muy pronto, el despegue. Crucero sombrío hacia el cinturón de asteroides... Hay que aprovisionarse: bucles musicales, películas, libros almacenados en micromemorias... La travesía no es corta...
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