(Hay que acordarse de los bolsillos: bien cerrados con el velcro... La Estación está cuajada de pequeños objetos extraviados que flotan sin control, monedas, clips, papelitos garabateados de direcciones, fotografías de carnet, envoltorios de chicle... una plaga de tintes surrealistas. Flotan, caen como una lluvia de confetti intempestivo, vuelven a flotar en remolinos aleatorios... Algunos niños corren para atrapar una pieza brillante, pierden pie, acaban convertidos ellos mismos en inquietos globos cautivos pegados a un techo curvo que es también suelo repentino, ay, el llanto, el botiquín...)
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