Ligeros, nos elevamos sobre la superficie torturada. El cielo parece desteñirse allá al fondo, en el horizonte. Riscos y cráteres dibujan un paisaje abstracto bajo nosotros, inmenso en su soledad.
Ni rastro de las torres de ámbar y jade, ni rastro de los canales. Quedan la belleza de la desolación roja y la sombra de la duda: ¿allá lejos, detrás del horizonte, no parece que se vislumbra la silueta de una ciudad embozada en azul y verde...?
Ni rastro de las torres de ámbar y jade, ni rastro de los canales. Quedan la belleza de la desolación roja y la sombra de la duda: ¿allá lejos, detrás del horizonte, no parece que se vislumbra la silueta de una ciudad embozada en azul y verde...?
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