Las noches son de una negrura transparente, en la Estación. La luz de las estrellas baña en hielo el camarote, y uno puede pasarse las horas con la mirada perdida en el vacío, hipnotizado, casi enamorado, casi horrorizado.
Por las tardes, y mientras aguardamos a que el transbordador termine de ser reparado, paseamos por pasillos interminables, curvos y de una pulcritud agotadora. Anoche mismo descubrimos, sin embargo, un rincón inesperado, una tiendita como teletransportada de otro mundo, abarrotada, desordenada, caótica. Vendían todo, de tiritas a maquinillas de afeitar, de tarros de mermelada casera a camisetas de E.T. En un apartado, souvenirs de la Estación, insólitos, made in Corea: pequeños monolitos Kubrickianos, fémures de plástico sucio, llaveros con el ojo de HAL 9000, pequeños Bowman de metal que mueven los bracitos y las piernitas, perdidos...
1 comentario:
Yo me sé de uno que se ha re-visto 2001 de nuevo!!!
;-)
Besitos
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