domingo, 26 de octubre de 2008
superOso
Mike Kunkel firma un curioso producto, su particular homenaje a la infancia y a las cosas que nos fascinan durante la infancia, pero también después (quizá de otra manera... o eso queremos pensar). Su idea: una familia perfectamente tradicional, el funeral del abuelo (que fue un personaje pintoresco... y algo más, como se verá enseguida), una herencia que incluye una casa de aire gótico y con criado, pero también un oso de trapo para el hijo mayor y protagonista. Un oso que es mucho más, ya se harán una idea...
La lectura de SuperOso y su amigo es gratificante. Porque hay mucha ironía, guiños constantes. Porque está la referencia inevitable de Calvin y Hobbes, que tiene mucho que ver aunque no se parezca en nada. Porque hay en sus páginas una inocencia que cada día resulta más difícil de encontrar. Porque los personajes caen bien y a todos los conocemos ya de antes, de muchos otros productos, de muchas otras historias... y ellos lo saben, y actúan en consecuencia: más guiños.
Y luego está el dibujo de Kunkel, que resuelve con un trazo dúctil que parece moverse en la página, ante nuestros ojos. El lápiz está ahí, el abocetado nervioso puede verse, y el bitono rojo para la capa de SuperOso es una idea feliz como pocas.
Quizá no es el tebeo del año. Es más: seguro que no lo es. A mucha gente se le olvidará que lo ha leído. Y, sin embargo... qué buen rato proporciona, qué bien se lo pasa uno mientras lo lee...
La edición de Dolmen es lujosa y de tapa dura. Peca, quizá, de una excesiva fe en la agudeza visual de sus lectores: el cuerpo es un poquito pequeño, o a lo mejor me lo parece a mí, que con los años voy perdiendo vista, no sé; el caso es que algunos bocadillos he tenido que mirarlos despacio y buscar la luz para poder leerlos.
En todo caso, no lo duden: si pueden, dense la alegría de leerlo.
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