Me levanto temprano, el cielo está limpio y azul. Entra un fresco notable por las ventanas abiertas. Curioseo un poco entre noticias... Uno que está preocupadísimo con esto de la crisis después de que le haya llegado el recibo del colegio privado de sus hijos; qué bien: hay que sensibilizarse, claro. Y las cosas de la Iglesia, no olvidemos. El cumpleaños de 2001 (¿cuarenta ya? Madre mía...).
Y llego a Babelia, donde se puede leer un texto bien traído de Muñoz Molina a propósito de patrioterismos casposos (y Garci, aunque sea de manera tangencial y casi como excusa); y otro, al hilo de una nueva edición de Los viajes de Gulliver, ese libro demoledor y apasionante de Jonathan Swift del que casi todo el mundo tiene una idea tan equivocada.
Y como va siendo ya un poco tarde, pongo algo de música (bajita, no abusemos) y me marcho a la cocina, a desayunar. Buenos días.
3 comentarios:
Parrafada larga, perdón, pero me pila sensible al asunto: precisamenta ayer hablaba en casa de la mala costumbre de infantilizar en la literatura. A raíz de esta colección del Público, que reconvierte novelas en cuentitos bonitos. No es nada nuevo, pero no me gusta. No me importa, ojo, la infantilización en el trasvase a otro medio (ej: todo Disney), pero ¿para qué hacer "adaptaciones juveniles" si existe ya una ingente literatura para chavales, empezando por Guillermo Brown y rematando con cualquier autor contemporáneo? Que adapten la Colmena, total... así llega a los niños una obra que merece la pena conocer.
Gulliver es una sátira adulta, con punzantes mensajes a estamentos, instituciones e incluso (si no recuerdo mal) hacia nombres propios. No es una historia infantil... pero claro, si escudamos su banalización en la premisa "así les hacemos llegar a los niños esas historias tan importantes", entonces tenemos una subcultura mass mediática que dictamina que Pinocho, Gulliver, o La bella y la Bestia son tan solo cuentos para niños (y como si ello fuera malo... ser para niños es tan bueno como ser para viejos... Pero decir que Gúlliver es infantil es otra cosa: es mentira)
Es que los que delimitan y acotan lo que debe ser literatura infantil son tan lerdos como los que, por ejemplo, acotan y delimitan la literatura femenina, la literatura gay y gilipolleces por el estilo.
Vivimos en un país de gilipollas, por no decir en un mundo de gilipollas, y, claro está, hay que ejercer.
Por lo demás, recomendar la obra de Swift, si puede ser la edición de Galaxia Gutenberg con su preciosa edición ilustrada por Guillermo Pérez Villalta y traducida por Emilio Lorenzo.
Gulliver es como el Micromegas de Voltaire, con la misma mala leche y la misma sabiduría, pero macromizado.
Las estaturas de unos y de otros, físicas e intelectuales, son relativas siempre. Esa es la enseñanza moral de esta magnífica obra. La insignificancia e intrascendencia del hombre. Un diverditídisimo antídoto contra la vanidad y contra la gilipollez de los "yahoos".
Una cura de humildad.
Del todo de acuerdo. Con los dos.
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