He comprado, a buen precio, DVDs de Calles de fuego, la macarrada de Walter Hill, y The Rocky Horror Picture Show. La primera es una de mis películas favoritas de siempre. La he visto varias veces y me ha electrizado sin remedio. Nunca un puñado de actores tan inútiles estuvo tan brillante. (Vale, sí... Diane Lane cuajó con el tiempo y ahora es una señora actriz; y Dafoe es Dafoe, y ya lo era entonces. Pero los demás... material de derribo, ¿no creen?) Nunca un argumento de abecedario funcionó tan bien. Nunca una banda sonora tan amanerada sonó así de sólida y emocionante. De la otra qué voy a decirles... La vi en el Canal+, cuando estaba yo abonado y aún ponían cosas interesantes. (Por ejemplo, The Loveless, el primer largo de la Bigelow, estilizado y rabioso; y con Dafoe, también, si no recuerdo mal. O Sirenas, una deliciosa comedia con Cher, Winona y Christina Ricci en estado, las tres, de gracia. Qué tiempos...) La vi con cierto reparo, no sabía bien qué podía encontrarme... y me encantó, oigan. Es delirante, es idiota, es grotesca y desvergonzada... Es irrepetible. Y es, sobre todo, divertida.
Pues eso, que se lo cuento para que lo sepan. Dos caprichitos.
(Bueno... me he comprado unos zapatos, también. Pero me hacían falta...)
Del Saló, las noticias que me han llegado son, en lo fundamental, como las ya leídas por ahí: se percibe un cambio de rumbo, una seriedad que venía echándose de menos en los últimos años. Parece que la cosa puede encaminarse, por fin. (Convendría, en cualquier caso, no echar demasiadas campanas al vuelo y tirar un poco de prudencia, no sea que.)
Y del tiempo... pues lo de costumbre: ¡CALOR!
Agh...
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