Uno sale a comprar cuando el sol ya ilumina con ganas las aceras, pero huele ya a frío en la calle. Y, por las noches, cuesta trabajo no abrir los armarios para rebuscar la ropa de abrigo...
Y el cielo está cada vez más bonito. Limpio.
Tengo dudas: ¿me cargo con El viaje al Oeste, que empecé hace ya un año pero aparqué en casa porque, oigan, leer semejante troncho en el metro provoca esguinces de muñeca al tercer día, pero que me apetece, relativamente, retomar donde lo dejé, y hasta donde llegue? ¿O me busco una alternativa más liviana para estos días, antes de que me dé el pálpito adecuado y me lance a por alguna novedad, a por alguna novela que tenga por aquí, en espera?
Es que a veces no sé bien qué me apetece leer, y voy probando aquí, allá, picoteo...
No sé...
(No, Proust en el metro... pues que no. Por muchas razones, pero que cuesta retomar el hilo de los larguísimos párrafos cuando hay que leer en tramos de veinte minutos, transbordo, diez minutos, a otra cosa, ya luego, de vuelta... y no hay manera.)