Sentarse a esperar, dejar que pase el tiempo con los ojos fijos en la pared, esa gota de agua que se desliza despacio del flequillo y acaba por caer en el pecho, en el suelo...
Y el olor a jabón.
Y saber que la cocina, la casa entera, olerá a café recién hecho, a bollos tiernos, a ventana abierta.
A sol.
A sol, sobre todo. Y a domingo por la mañana...