Por ejemplo, Les géants pétrifiés. Edita Dupuis, en pleno Año Spirou. Es la primera entrega de ese extraño, excitante proyecto de tres títulos fuera de colección y a cargo de gentes diversas y de probado talento. En este caso, Vehlmann, guionista de la casa, y Yoann, excelente dibujante conocido por Toto l'Ornithorynque (Delcourt) y La Voleuse du Père fauteuil (Dargaud).
Tras mi decepcionante encuentro con el nuevo Spirou, dibujado por Munuera, he disfrutado mucho con este libro. A mi juicio, aquí sí hay una puesta al día coherente y respetuosa del personaje y su universo. A mi juicio, aquí sí hay aventura de la buena, e Historieta de la buena. A mi juicio, es por este camino que habría que seguir, en lugar de perderse en los meandros infinitos en que la cabecera madre parece extraviada.
(Ni que decir tiene que el trabajo de Yoann me parece mucho más atractivo que el del español. Sólo le conocía su colaboración en la colección Poisson Pilote: La Voleuse du Père fauteuil, una elaborada celebración del folletón, de aire gótico y amablemente expresionista. Aquí, su gusto por la iluminación esquinada facilita un buen puñado de secuencias felices, amén de otorgar a los personajes una corporeidad inédita que les sienta francamente bien.)
Los siguientes títulos están a cargo, el primero, de Yann, guionista ya legendario, con imágenes de Fabrice Tarrin (Le tombeau des Champignac), y de Frank Le Gall, que supone en sí mismo una garantía, el segundo ( Les Marais du Temps).
Pero ha habido más lecturas estos días, no crean. En concreto, las tres recientes entregas de la Colección Ignatz de Sinsentido: Los inocentes, de Gipi; Baobab, de Igort; Insomnia, de Matt Broersma. Es una colección excelente, de exquisita presentación y una calidad de contenidos muy alta. (O, hablando con claridad: hasta hoy, todos sus títulos me han interesado de antemano, y su lectura no me ha decepcionado. No es decir poco.)
En particular, me ha sorprendido la austeridad de Gipi en esta segunda incursión en el mercado español. Una austeridad llena de poesía, por cierto; de un lirismo desolador. Después de la densa elaboración plástica de su libro anterior (Exterior noche), hay en Los inocentes una recuperación del Loustal más melancólico; y hay también una relectura sorprendente del trazo de Crepax. Pero hay, sobre todo, una historia conmovedora y una reivindicación del paisaje como elemento narrativo (y poético).
Una historia conmovedora propone, también, Igort en su Baobab, una historia que apenas se esboza en esta primera entrega. Pero una historia que cuenta con todos los ingredientes que pueden atraparme: japón, lluvia, leyendas, narradores de sueños, personajes heridos en lo más hondo. Y el ritmo lento de la vida.
Todo eso, ya ven...
Y el sol, además, que parece que haya vuelto para quedarse.
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