miércoles, 22 de marzo de 2006

la noticia

A tiene 21 años recién cumplidos, y esta tarde estaba feliz con la noticia. (Del alto el fuego, hablo. Ya saben...) Feliz y esperanzada. Luego me ha enseñado las fotografías que guarda en su móvil: de su hermanito, de algunas amigas (incluso yo estoy en alguna), de su gato.

Y no, por cierto: no he utilizado el paraguas. Ha llovido, sí; un ratito. Pero estaba a cubierto.

(Y... sí, también estoy yo feliz y esperanzado al respecto de la noticia. Con toda la prudencia del mundo... pero esperanzado. Llámenme ingenuo, si quieren...)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Sabes? Probablemente con 21 años yo también recibiría la noticia con menos precaución...no sé...cada vez me cuesta más confiar en la bondad del ser humano en general, y en un caso como éste...me reservo la alegría para cuando los hechos lo confirmen.

¿Ingenuo? Tampoco. Pero te envidio.
(Gracias por tus palabras).

Anónimo dijo...

Pasa que los hijos muertos y los padres muertos y los tíos muertos y los primos muertos y los hermanos muertos y los sobrinos muertos y los amigos o vecinos o conocidos muertos no volverán nunca.

Ellos sí que no tuvieron oportunidad.

Con ellos no se negoció.
A lo más se les despachó un tiro en la nuca, o una buena ración de repentina metralla, o una muerte lenta y visionada, por episodios y entregas mediáticas de share espectacular.

Yo no me alegro.
Tomo la noticia asépticamente.
Tomo la noticia como lo que es.
Unos asesinos que hablan.
Con la máscara de la cobardia bien instalada, con soberbia repugnante, con palabras como democracia y ciudadano, palabras cuyo significado desconocen.

Yo no me alegro.
Me alegraré cuando vea a todos estos canallas privados de libertad y de cariño.
La misma libertad que les arrebataron a todos los muertos. El mismo cariño que les robaron a quienes se quedaron huérfanos de padre o de madre, de hermano o de amigo.

Ahora quieren hablar.
Ahora quieren borrón y cuenta nueva.
Como si aquí no hubiese pasado nada, como si tan sólo el millar de muertos hubiese sido una riña de escolares a la salida de clase.

Yo no me alegro.
Lo haré cuando vea metida a esta escoria entre cuatro paredes bien selladas.
Cuando se rindan.
Cuando enseñen sus miserables caras.
Cuando ni siquiera hablen, porque ya no tengan fuerzas ni para hablar.

Yo no me alegro.
Quedo a la espera, pero no me alegro.

Anónimo dijo...

Yo sí que me alegro. Al menos, por el momento, no habrá muertos. Eso es para alegrarse,...¿ o no?.

j. dijo...

Prudencia, sí... y tomar distancia: se ve mejor; ahora hay un cierto ruído -educado, de momento- y está -sigue- todo bastante sobredimensionado, me parece. Ya lo dijo Jonathan Swift, que las pulgas siempre se dibujan más grandes y los elefantes más pequeños de lo que realmente son. Por que... ¿A qué una expresión tan enorme como `alto el fuego´? ¿Había una guerra, entre más o menos pares, que yo no me enterado? Cuidado, cuidado, con la importancia que se les va a dar a esos nonadas...

Un saludo.

Lucia dijo...

Pues yo soy de las que sí se alegran, alegría contenida y con reservas. Tensa.
Pero necesito tener esperanzas de que algo va a cambiar.
Yo diria que casi cualquier paso que nos lleve a un cambio, estará bien. De alguna manera se tiene que acabar con tantísimos años de miedo.

Atentos, abiertos y con unidad, tal vez es el primer paso ...
Buen comienzo de primavera.

Saluditos.

Anónimo dijo...

Si.

Las víctimas y sus allegados sentirán la injusticia latente en todo proceso de pacificación(que no paz) porque son los inocentes.

Y son los perderán.

Pero en mi humilde opinión,quizá haya que fijarse en las víctimas futuras, las que no ocurrirán fde llegar a buen término esta empresa.

Octavio B. (señor punch) dijo...

JJP, vale. Hay una deuda de sangre con este país. Pero yo, como Luisdeluis, creo que hay que mirar al futuro. Y con esperanza, que no equivale a ingenuidad: ésto es una cacharrería llena de cristales en todos los bordillos, y es fácil dar un codazo, aquí, allá, y mandarlo todo al carajo. Veo posibilidades, dependen del buen hacer de nuestros representantes (eso son, delegados de nuestra voluntad, y deben actuar desde esa responsabilidad y olvidar por una vez las perspectivas escañistas), y también se pondrá en juego la altura moral de los grandes afectados, las víctimas y sus familiares, que aún sabiendo que se repetirá el dolor, ellos tienen un poder muy superior al de todas las putas bombas: su perdón. Creo que esa benevolencia (dura, heróica) jugará un papel, y no pequeño, en este equilibrio inestable.
Porque si todo quisque saca la agenda de deudas y haberes, este gesto no vale de nada.
¿Que puede ser unta "trampa"? No lo sé, ni me corresponde averiguarlo. Por ahora me fío de las fuerfas democráticas, de las declaraciones institucionales.
Veremos.

j. dijo...

Antes de nada, quien tiene que pedir perdón son los matadores, que están vivos, no lo que queda en forma de familia o amigos de los matados. Mal encarrilada va la cosa como se parta -y desde el universo prisoe se va adelantando la especie- del supuesto contrario: no sólo se estará asumiendo que el método de los tramposos obedecía - y por tanto se justifica como hecho fatal- a las circunstancias (¡en una democracia!), sino que el mismo recurso al asesinato se convierte en la prueba a favor de la incontestabilidad de sus argumentos políticos.

Un saludo.