Como habrán ya deducido a estas alturas, mis fines de semana comienzan, en el mejor de los casos, el sábado noche, pero se extienden hasta el lunes. (Hay domingos de trabajo, pero no conviene llorar más de la cuenta, que habrá mejor ocasión, seguro...)
Les contaría qué ha sido hoy de mí, pero lo cierto es que el día ha transcurrido como esa lenta nadería que, en el fondo, caracteriza a los domingos. Un algo de lectura, una ensalada titánica, una película inofensiva y unos segmentos con tejemanejes (Disco 2 de Los Increíbles, el DVD). Trastear en el ordenador, terminar unas cosas que deberían haberse terminado antes, curiosear otros blogs.
Queda la cena, la decisión de qué ver antes de meterme en la cama: ¿alguna de las películas que he grabado de emergencia, por si encuentro hueco para verlas algún día no vaya a ser que me gusten; uno de esos DVDs que tengo en fila de a uno, aguardando el momento de ser visionados?
Durante todo el día, eso sí, han estado sonando himnos de épica adolescente: The Jam, Weezer.
Sí, fuera hace un frío considerable.
No, aún no he enviado mi papeleta para las votaciones del Saló. A ver si acaso...