Pues sí, algo he ido adelantando estos días, pese a todo. Aunque el amontonamiento de cosas por leer sigue rozando lo grotesco, no se piensen...
A ver, por una parte está Legend, un proyecto que prometía mucho sobre el papel: Chaykin adaptando, más o menos, la novela Gladiator, de Philip Wylie (que viene a ser el germen de Superman, para entendernos), con imágenes del gran Russ Heath. Apetitoso, ¿verdad? Pues no; craso error. Porque el bueno de Heath tiene, me parece, demasiados años ya... y entrega aquí planchas verdaderamente tristes que no están a la altura de su reputación. La cosa se salva por cariño, por nostalgia, por repeto... y porque el guionista ha colado un par de frases aquí y allá de las que hacen época. (Por ejemplo, cuando después de hacer el amor con él durante ni sé cuánto tiempo, la muchacha, agotada, rechaza al protagonista y le dice que no va a poder sentarse en una temporada... Chaykin, haciendo lo que más le gusta: provocar, aunque sea con chistes groseros.)
Y luego está esta joya que acaba de editar Norma, y de la que sólo puedo decir que me ha encantado. Recupera aquí el tono intimista de Bordados, su anterior trabajo publicado en castellano, y consigue que uno se implique emocionalmente en la historia de un músico que, tras la pérdida de su instrumento, decide dejarse morir. (Es obvio que lo del instrumento no es más que una metáfora de su propia vida malgastada, o así lo cree él, al lado de la mujer equivocada.)
El personaje engancha, a pesar de que llega a caer francamente mal. El tono del relato oscila entre lo intimista cotidiano y la fábula. El trabajo de la señorita Satrapi es, como siempre, de una belleza sutil.
La edición de Norma es correcta. Los libros incluyen una faja en la que se relacionan los premios que otras obras de la autora han obtenido, así como el premio al mejor álbum en Angoulême 2005 que ganó este Pollo con ciruelas. (Bonito título, por cierto... aunque no les voy a saber explicar por qué.)
Además, huele muy bien.
Hay más cosas en las tiendas, y hay más cosas en mi casa. De algunas de ellas seguiré hablando... en otro momento, claro.
¿Se han fijado qué tarde hace, qué sol? Da gusto, ¿no les parece?