lunes, 11 de abril de 2005

la reina Loana, otro lunes...

Enumerando: madrugón lunático, va siendo ya costumbre; aprovecho y recojo lo mínimo, desayuno y me siento en silencio para rematar la lectura de la última novela de Eco. No son las diez de la mañana cuando cierro el libro: satisfecho.

Enumerando: memoria de papel, como la mía; cientos de páginas desvaídas, mis primeras lecturas (Tom Sawyer, El otro árbol de Guernika, TBO, El Corsario de Hierro, Mortadelo), tumbado boca abajo mirando con intensidad un periódico (la tira de Fred Basset, cielos), esos diarios de adolescencia que acabaron por ser listados de compras y lecturas, descubrir a DHLawrence, a Henry Miller, a Lovecraft, a Dos Passos y a Chandler, y a Crepax o a Muñoz o a Toppi...

Enumerando: lector rendido desde la primera frase; recorro las páginas del libro disfrutando, cómplice, del juego intelectual del escritor, juego que incluso roza, en ocasiones, el exceso: autocomplaciente. De repente, estalla la emoción, toda la última parte de la novela se lee en un suspiro y es una pura alegría de narrar, y se trasciende el álbum de recortes para hacer literatura. O vida. (¿No es lo mismo?)


En resumen: un libro magnífico, brillante. Arriesgado; a punto, casi siempre, de caer en el ejercicio banal de lo melancólico en sepia, pero evitando el riesgo con sutileza, con inteligencia.


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Enumerando: llamada telefónica de mi amiga B, un torrente de alegría; así es ella. Su niña empieza a leer cosas más o menos elaboraditas, y se ha enganchado a Los Cinco (vía DVD, parece... o quizá sea VHS, no sé): ya todo son pasadizos secretos y aventuras.



Enumerando: lunes, sol, libro nuevo en la mochila, larga semana en ciernes...

Vermut frío antes de salir.