Llevaba tiempo leyendo cosas a propósito de esta novela, primera de su autora. Se dan casos (o a mí me ha ocurrido, en fin) en los que uno ve el título, la cubierta de un libro, y se ve irremediablemente atraído por él. (Lo que no siempre acaba en un descubrimiento grato... A mí, debo admitirlo, no me ha decepcionado esta manera de rendirme al azar. Así descubrí a Murakami Haruki, por ejemplo. He tenido suerte, ya ven.)
Y también en este caso he salido con bien de la apuesta. Las cincuenta páginas que llevo leídas me confirman lo que mi intuición me afirmaba: es una excelente novela.
Se nos habla de una Inglaterra en la que, en la primera década del siglo XIX, la magia parece haber desaparecido. Se estudia, sí, como algo del pasado, una sabiduría que jamás abandona los salones y bibliotecas de los estudiosos. Alguien se atreve a preguntar por qué ya nadie la practica, y eso lleva a la aparición de un misterioso personaje (el Mr. Norrell del título) que se declara mago practicante. Para demostrarlo, en una escena resuelta con una elegancia de estilo ejemplar, elabora un hechizo que hace hablar y moverse (vivir, en suma) a todas las estatuas de la catedral de York.
Para cuando he dejado hoy sus páginas, el relato había llevado a Mr. Norrell a un Londres que parece arrancado de las novelas de Jane Austen (hay mucho de ella, por cierto, en la prosa de Susanna Clarke: reposada, minuciosa, irónica). Ya sabemos de él que ha procurado, en el pasado, eliminar a cualquier otro posible practicante de la magia, de manera que sea él el único mago vivo de toda Inglaterra. Ya sabemos de él que es adusto, poco amigo de las multitudes y con pocas dotes sociales. Ya sabemos que trama algo cuando pone sus poderes (como pretende hacer... o eso dice) al servicio de la Corona inglesa.
Y ya sabemos, claro, que hay otro mago en Inglaterra: su nombre aparece también en el título.
Tengo por delante algo más de setecientas páginas, aún tienen que ocurrir muchas cosas.
Por ahora, en cualquier caso, estoy encantado con mi compra... (No me cabe en ningún sitio y me voy a abrir la muñeca uno de estos días, mientras la leo en el metro... pero me gusta.)