viernes, 23 de septiembre de 2005

sueños


El universo de David B viene definido por dos o tres constantes, me parece. Por un lado, lo onírico, la riqueza de un imaginario que hunde sus raíces en el mundo de lo soñado. Por otro lado la experiencia personal, que a menudo se filtra incluso en los argumentos menos sospechosos. Por último, la creación de una mitología propia que va desarrollándose en diferentes proyectos, incluso cuando no guardan relación entre sí.

Además, conviene no dejar de lado sus influencias más obvias: Tardí en lo gráfico, sus compañeros de independencia en lo metodológico. (Hay más, claro: el folletón...)


La conjunción de todo esto da lugar a que toda su obra comparta un tono poético reconocible, característico. (En ese sentido, y no sé si no estaré aventurando paralelismos fuera de lugar, se acerca a nuestros Jali y Luis Durán, o al gran Ulf K.) Un tono que también define a La lectura de las ruinas, el enigmático álbum cuya portada les dejo aquí mismo.

En él se narra la peripecia de un folklorista contratado por los servicios secretos franceses para buscar a un ingeniero huído, un ingeniero empeñado en la creación de fascinantes aparatos de guerra que parecen arrancados de las fantasías macabras de un futurista deprimido: cañones de sueños, alambradas vegetales de crecimiento imparable... Un ingeniero obsesionado por la decodificación del lenguaje de las ruinas, de la violencia, de la guerra.

Ráfagas de Tardí y su Guerra de Trincheras, de Kafka, de Verne. Y un aliento dramático de romanticismo arrebatador, áspero y oscuro.

Lo editó Dupuis en 2001, en su colección Aire Libre. Confiemos en que alguien por aquí tenga a bien obsequiarnos con una traducción...