Si uno va así, antes de las doce, las calles de alrededor están empezando a vivir, hay repartidores y gente que pasea, alguna terraza con conversaciones tranquilas. Y en el local apenas si hay algún visitante. Se puede ver la exposición despacio, recreándose.
Las acuarelas de Auladell son de una precisión brumosa y dulce. Hay en cada una de sus viñetas un gesto, una anécdota, una mirada, que las hace más vivas. No sólo pueden verse planchas de La Torre Blanca, también se han colgado algunos trabajos de ilustración infantil magníficos.
Pero si las acuarelas son hermosas, el blanco y negro es de una limpieza, de una sencillez emocionante.
Yo, qué quieren: les aconsejo que no se lo pierdan. Es un ratito; y merece la pena.
(Además, hay tebeos.)