Las horas, despacio.
Me gusta que la luz vaya retirándose del cuarto, que por la ventana se vaya oscureciendo el cielo, la fachada de enfrente. Que suene música suave mientras curioseo en la Red, o mientras hojeo con pereza algún libro que no sé si animarme a leer ahora, una revista.
O mientras abro la plantilla para escribir estas líneas, una entrada nueva, al azar, construída un poco de la nada, del ruido de los pasos en la acera, de un puñado de canciones melancólicas.
A veces me quedo a oscuras del todo, iluminada la habitación por la pantalla sólo. Y vuelvo a poner el mismo disco antes de levantarme, beber un poco de agua fresca, apagar el ordenador, encender la luz...
A veces me enfrento a las palabras sin nada preparado, sin saber de qué quiero escribir. Sin saber si quiero, siquiera.
Eso, ese juego, es esta bitácora, también. Dejarse llevar. Contar de la calidad de la luz ahí fuera. Contar de esa pereza. Contarles...