Casi cada noche, sí. Abro este espacio y curioseo en casa de los vecinos. Miro mi correo. (Lo contesto, si se da el caso.) A veces, si hay tiempo, trasteo un algo con la plantilla: añado un enlace, muevo alguna pieza. (Soy de una torpeza megalítica a la hora de enfrentarme a estos cacharritos, así que me muevo a ciegas, dentro siempre de estrechos márgenes de seguridad: es decir, hago lo poco que sé hacer, y no intento ir más allá.)
Y quedo quieto delante de la pantalla, a la espera de que algo se me pase por la cabeza.
En ocasiones no es del todo así. En ocasiones, incluso tengo ya una idea clara de lo que voy a escribir cuando enciendo el ordenador. Pero otras veces me dejo llevar, sin más. Una frase lleva a la otra, una idea empieza a insinuarse. Y me quedan, a veces, unos textos raros, de extraño pelaje, que me sorprenden incluso a mí mismo cuando, al día siguiente, los releo antes de comprobar si alguien ha dejado recado de algo...
Y pensando un poco en todo esto, me doy cuenta de que lo que nació con camuflaje de bitácora más o menos centrada en los tebeos va transformándose despacito en otra cosa, en algo más personal, un espacio, un rincón, en el que hablar de tebeos (claro), de libros, de películas... pero de mí, sobre todo; y de cosas pequeñas, cotidianas; y de cómo me afectan.
De lo que me va pasando por la cabeza, en fin.
De la misma forma, visito con cada vez mayor frecuencia los blogs más personales que voy añadiendo en la columna de enlaces. Despiertan más mi curiosidad, supongo.
Yo no sé cómo lo ven ustedes... pero lo cierto es que lo prefiero así.