El día ha sido largo. Empezó pronto, con su correspondiente madrugón y el inevitable viaje en metro. Después, ya se imaginarán: una vueltita por el centro para hacer tiempo, comer, trabajar. La jornada hubiera podido cerrarse con una cervecita, pero en su lugar ha habido una reunión de la sección sindical. En general, cómo les diría... muy mal rollo. Una sensación muy fuerte de que las cosas están fuera de todo control, en caída libre, mientras que algunos se empeñan en mirar a otro lado y en hablar de unidad, de consenso y de pijadas por un estilo.
El secreto, claro, está ahí: mirar para otro lado. No ver. No querer ver.
Que es el paso inmediatamente anterior al de lavarse las manos y desentenderse...
Así que uno llega a casa más derrotado que cansado. (Sutilezas a estas horas: quién me manda a mí...) Pero con ganas de poco.
(Breve consuelo: Eduardo Manostijeras baratita en la FNAC. Y un grandes éxitos de la señorita Rosenvinge, debilidad personal de un servidor.)