Otro título al azar, por pura asociación de ideas. (O de palabras, casi.)
Tengo un amigo que, en su boda, abrió el baile con el Golden Brown de The Stranglers (un vals, al fin y al cabo). O quizá lo recuerdo yo así, después de que me contara que pensaba hacerlo. La memoria suele acomodarse y autoregularse siguiendo pautas alejadas de la realidad. (Ayuda la considerable ingesta de alcohol, y la sensación de irrealidad que acompaña siempre a esa extraña ceremonia: una boda.)
Tengo una amiga que se hizo bombera, como los más viejos del lugar recordarán, sin duda. Hace tiempo que perdimos contacto, y probablemente su hija, rubia como ella, una niña que apenas levantaba entonces tres palmos del suelo, sea ahora uno de esos juncos tatuados que embellecen nuestras calles.
Tengo unos cuantos amigos huidos a Galicia, alguno exiliado en los USA. Quizá naufragios prematuros, quién sabe. (O quizá, cabe también esa posibilidad, los únicos que mantienen la cabeza, todavía, fuera del agua.)
Tengo sensaciones contradictorias, no sé si hasta magnéticas; y la convicción inexplicable de que los días me los están haciendo más largos, que vienen ahora, de serie, con más horas: horas todas inútiles y larguísimas, pegajosas.
Abriría la ventana... pero la noche está, también, pegajosa.