miércoles, 29 de junio de 2005

cuenta atrás


Para las vacaciones. Y para Gijón. (Aquí al lado les dejo el cartel de este año, convenientemente abducido.) Y para un puñado de cosas, buenas o malas.

En el trabajo, todo sigue sujeto con alfileres: en dos días se pone en marcha el horario nuevo, con toda la complicación de cuadrantes de turnos para el personal, minorizaciones en colectivos pequeños, etcétera. ¿Quieren creer que no hay todavía nada por escrito? Nadie sabe aún si este domingo tendrá que trabajar o no...

(Eso sí: se va sabiendo ya quién se ha colocado a resguardo de la previsible lluvia, quién ha pillado ascenso vertiginoso, quién saca partido de su naturaleza de chivato... Bueno, saber se sabía; se va comprobando, más bien.)

El metro sigue siendo un aleteo permanente de abanicos, inútil en la atmósfera saturada de los vagones, de los andenes. (La gente lee, eso sí. No muchos, pero algunos leen.)

Y la televisión se me va llenando de series que me apetece seguir, todas ellas en horarios absurdos, lo que me obliga a tirar de vídeo programado y mando a distancia para pasar deprisa los bloques pantagruélicos de anuncios. (¡El + repone, en abierto, Millenium! A partir del viernes, por las tardes, antes de las noticias...)


Los días pasan despacito.