El mío es pequeño, una columna gris, vertical, con una rejilla de la que brota el aire. Pequeño, ya digo: tres palmos de altura. Puede girar sobre sí mismo en abanico para cubrir un segmento razonable de habitación y tiene tres velocidades: normal, qué calor y desesperación.
Ahí está ya, sobre la mesa camilla y enfocando su brisa directamente hacia mí.
El verano empieza, en definitiva, cuando uno rescata estos electrodomésticos de su retiro y los pone a funcionar sin detenerse a quitarles el polvo acumulado...
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Ya vieron ayer: demasiados papeles, demasiados deberes. (Aún no están terminados; luego, si eso...)
Se me pasó comentarles que terminé ya de ver la primera temporada de Los Picapiedra. Ahora, claro, espero con ansia que aparezca la segunda en el mercado. (Creo que en uno o dos meses...) Se me pasó, también, que en la sobremesa de ayer estuve viendo Ojos negros, película de 1987, dirigida por Nikita Mikhalkov e interpretada por un extraordinario Mastroianni. La recordaba mejor de lo que ayer me pareció, pero aún así me pareció excelente. Melancólica, traviesa, llena de amor a la vida. A pesar de que la muchacha rusa resulta menos enigmática de lo que pide el personaje... (Ah... y Mastroianni está soberbio... ¡Qué personaje, además!)
Se ma pasó, también, comentarles de mi alegría por el mal ratiño que los de Fraga deben estar pasando ahora mismo...
No importa. Se lo cuento ahora todo.
Y en un ratito saldré a la calle. Tertulia, ya saben. A ver qué se cuenta mi gente del Saló; noticias, chismes, intuiciones, secretos.
(Y, quién sabe... a lo mejor hasta compro tebeos...)