R se marchó a Barcelona en busca de un pasado que no sabe si quiere resolver.
F no llegó a París nunca, pero nadie ha vuelto a saber de ella.
B prepara su viaje a Martinica para septiembre: despedirse de la gente, ir y venir de Bilbao, arreglar papeles y pararse a pensar, alguna vez, qué hará allí durante los próximos seis meses... y a qué sabrá la cerveza de la tierra.
K y N escriben largas cartas desde las arenas de Marte, cartas en las que hablan del cielo rosado y del polvo omnipresente, liviano, que en todas partes se cuela y del que no hay escapatoria. Y hablan de las tormentas de arena, terribles, y del frío. Y de los cañones, de los paisajes desolados y bellísimos, de los espejismos que a veces aparecen en el horizonte, un momento apenas, un parpadeo: ciudades de techos verdes y murallas desconchadas, barcos lentos en lentos mares muertos.
M aguarda en una estación desierta un nuevo tren, cualquier tren.
1 comentario:
Leído correo. La carta llegó bien, un poco desvaída por los avatares del viaje. Marte está muy lejos. Entre los dedos se queda un polvillo rojizo que se pega a la piel.
Señor fnaranjo, buenas noches.
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