Ah... ¿les he dicho ya que detesto madrugar?
Por obligación, digo. Que una cosa es levantarse cuando el cuerpo lo pide (y a veces lo pide a horas muy raras, estarán conmigo en eso) y otra muy distinta hacerlo porque el despertador y luego el metro y a lo mejor fichar o vete a saber.
Por lo demás, a estas horas da gusto pasear un ratito, estar en la calle. Fresquito. Cielo limpio.
Les dejo, en fin. El reloj...