La primavera debe ser esto. (O se le debe parecer mucho.) Dormir fatal, tener pocas ganas de nada, pelearse en privado con las alergias. Tener la cazadora a mano, no sea que. Levantarse y descubrir que, como hoy, llueve; escuchar, después de que apagas el despertador, el agua que cae al otro lado de la ventana cerrada, no creerlo, acercarte y sí: todo en gris sucio y el ruido de los coches sobre el asfalto mojado.
Y buscar un paraguas. Y pararse un momento, pensar qué importa si no voy hoy...
Y no, claro. Hay que moverse. Preparar la mochila, buscar un calzado menos comprometido. Buscar algo ligero para leer en un metro que estará hoy saturado de olor a ropa húmeda, erizado de paraguas mojados.
Martes.