Eso, que van los franceses y dicen que no. Non!
Y yo no acabo de entender la cosa. O sí, pero.
Es decir, que sí, que vale, deslocalizaciones, los nuevos miembros y sus necesidades estructurales, que a ver qué pinta Turquía en todo esto... Que si el liberalismo económico, que si esto o lo otro. Bien.
Pero, por otro lado, si hay algo que pone de acuerdo a la extrema izquierda más trasnochada con los ecologistas y con la extrema derecha de Le Pen... pues qué quieren, yo desconfío. Por sistema. Por instinto. Que los sectores más inmovilistas y papanatas del país vecino voten contra algo me parece razón suficiente para votar a favor.
Pero yo sé que soy simplista (y hasta demagogo) en mi análisis, que ni a análisis llega: mero apunte más visceral que meditado. Y yo sé que no sólo son los que he dicho los que votaron en contra. Y sé también que hay mucho voto de castigo a su gobierno.
Y sé también que el resultado va a tener consecuencias gordas e inmediatas allá, en la Francia. Como sé que, de haber ocurrido lo mismo por aquí, la cosa no hubiera ido a más y es improbable que hubiera dimitido nadie. Un tropezón, poca cosa...
En resumen, que ya es tarde: que es obligado admirar a los franceses, señores; por sus tebeos y por mucho de su cine; por sus libros y mucha de su música; por sus señoritas, claro; y por los cojones que le echan a las cosas. (Aunque me parece que ahora se han equivocado... pero al menos les habrá servido para limpiar un poquito su gobierno, que viene siempre muy bien, ¿no les parece?)
Eso.
Por lo demás, está nublado ahí fuera. Y me duele un poco la garganta. Y estoy a medias con todo... para variar.
Y es lunes.