martes, 31 de mayo de 2005

llueve...

Hoy, como un bobo, me he pasado de estación mientras leía en el metro, al volver a casa del trabajo. Hacía tiempo que no me pasaba.

Sí, continúo embarcado en Jonathan Strange & Mr. Norrell. Casi quinientas páginas ya. Y va bien, muy bien. Y era un momento especialmente sorprendente... pero el caso es que se me ha ido el santo al cielo y me he pasado.

He salido luego a la calle para bajar andando: diez minutos, algo más.

Y se ha puesto a llover, claro.

No, no se rían: ha pasado un autobús que me viene bien y lo he cogido. No me he mojado, apenas.


Más allá del desconcierto general que me ha anidado en el cuerpo después, de lo que yo les quería hablar es del frescor de la lluvia. Del placer de hacer un revuelto con espárragos y cebollita y jamón mientras se bebe uno una cerveza fría. Del placer de, entre sorbo y sorbo, asomarse a la ventana y ver llover. Del olor de la lluvia, ¿saben? (A riesgo de caer en la cursilería...)


También he leído hoy el Astonishing X-Men de Whedon, que me sigue gustando mucho.



Y ahora, antes de acostarme, pasaré la hoja del calendario para encontrarme mañana, cuando me levante, con el mes de junio entero para mí, sin anotaciones, sin encargos, sin citas previas.