lunes, 25 de julio de 2005
tarde de lunes (en casa, sí)
Persianas bajadas: es importante la penumbra, que no se filtre ni una cuchilla de sol, no sea que el calor...
Música suave, inofensiva. Nada que lo ensimisme a uno, nada que lo distraiga de la perfecta inactividad. Agua fresca, un buen montón de papel cerca, a mano: tebeos, un par de libros, revistas... tanto da. Algo a lo que echar mano de cuando en cuando, hojear, dejar a un lado en busca de otra cosa...
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Una vez me he puesto al día con los episodios de la semana pasada de El ala oeste, retomo en la sobremesa Urgencias (cuarta temporada); vuelvo a sorprenderme con la versatilidad de unos guiones (de unos guionistas, claro) capaces de permitirse ocasionales golpes de timón que descolocan al espectador, capaces de sacar a los personajes de su entorno habitual y hacerlos funcionar, capaces de mantener siempre el interés, siempre; y la sorpresa.
(Y hoy no hay CSI: más Urgencias, seguramente... Gran velada. ¿No me envidian?)
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Terminé de leer Marina. Es, en efecto, un ensayo general (de atmósferas, de escenarios, de malabarismos góticos) para La sombra del viento. Una novelita perfectamente melancólica, rabiosamente romántica. A los quince años, me la hubiera aprendido de memoria...
Marín y su Chaplin de Baker Street, ahora. Ya les contaré.