O algo.
Verán, el viernes 15 amaneció nublado, gris y con temperatura suave, muy suave: daba gusto estar en la calle.
La mañana fue muy relajada. Paseíto por la ciudad y poco más, hasta encontrarnos con Lorenzo para, juntos, perdernos de camino al restaurante donde habíamos quedado a comer con Javi Riva y señora. Llegamos a tiempo, no obstante. La comida fue agradable, distendida. La sobremesa, tronchante. Los cafés, aún más. (Y sí, se habló de tebeos... y de más cosas; de muchas más cosas: siniestros complots, folklores matrimoniales... el Cosmopolitan... Y Fermín Solís adquirió, en breve tiempo, la categoría de chiste recurrente, lo cual no carece de mérito...) Estaban con nosotros, además, Puerta y señora.
Después nos encaminamos al recinto de la Semana Negra, en el que nos encontramos por pura (y feliz) casualidad con la presentación de Prima Littera, número especial dedicado al gótico de una revista literaria auspiciada por literaturas.com. Estaban ahí, sentados, Pilar Pedraza, Jesús Palacios y Francisco Torres Oliver, y los tres hablaron bien, con sensatez y conocimiento, y engancharon a la audiencia; y nos dejaron con muchas ganas de más.
Un poco más tarde tuvo lugar la presentación de la novela última publicada por Pilar Pedraza: La perra de Alejandría. De nuevo, media hora apasionante.
(A mí es que la Pedraza me gusta mucho. He leído casi todo lo suyo; todo lo que he podido ir encontrando. Y todo lo he disfrutado como he disfrutado de pocos escritores. Descubrirla a dos pasos de mí, tan pálida como la cera, vestida de negro, con sonrisa dulce de abuelita de cuento feroz... fue toda una experiencia. Yo les aconsejaría que procuraran no perderse ni una sola de sus novelas... pero es que me gusta mucho, ya les digo...)
Después, un rato de charla y a buscar un restaurante para cenar con Calatayud. Una velada más que grata, con uno de esos autores a los que siempre he admirado, incluso antes de saber quién era: cuando leía, de muy chiquito, sus Doce trabajos de Hércules, por ejemplo, una historieta que para mí fue impactante. (Para mí, tenerlo cerca, charlar con él durante un par de días, ha sido un auténtico privilegio, se pueden hacer una idea...)
Y el camino de vuelta al hotel, de nuevo, junto al mar. Como cada noche.