El sábado 16 fue ya un día soleado, como sólo puede serlo en el Norte: con arrebatos de bruma marina y con la piel abrasada de sal. De mañana, paseo vertiginoso por las inmediaciones del monumento de
Chillida, mirar el mar mucho rato, dejarse llevar en alas del viento y eso...
Por la tarde, presentación de
La diosa sumergida, de
Calatayud, a cargo de un entusiasta
Rubén Paniceres. Después hubo una charla, patrocinada por Literaturas.com, de novelistas jóvenes: un grupo variopinto en el que abundaba el entusiasmo, el alejamiento voluntario de circuitos comerciales y una cierta arrogancia más que saludable.
Después, y ya en la Carpa del Encuentro, tuvo lugar la esperada presentación del libro (excelente) de
Lorenzo a propósito de la generación de autores que abrió la Historieta española, allá por los años setenta, a los aires nuevos de la autoría y la responsabilidad creadora, con la participación de algunos
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de ellos.
Taibo,
De La Calle,
Jorge Iván y el propio
Lorenzo dieron paso, uno por uno, y después de unas palabras emotivas, a gente como
Carlos Giménez,
Adolfo Usero,
Miguel Calatayud,
Luis García,
Esteban Maroto,
Leopoldo Sánchez,
Alfonso Azpiri,
Enrique Ventura,
Mariel Soria. También estuvo la viuda de
Enric Sió, y recibió el cariño de compañeros y público, al igual que la viuda y la hermana de
Florenci Clavé y la viuda de
Palacios (que tuvo que marchar el día anterior). En conjunto, un homenaje emocionado (y emocionante) a un grupo de autores que, para bien o para mal, forzaron un cambio en el medio y en su momento; un cambio que aún hoy tiene consecuencias. Un cambio que, de una u otra forma, conformó la posterior evolución de la Historieta en nuestro país. (Y un grupo de gente, además, que son parte fundamental de la educación sentimental y estética de generaciones posteriores de autores y lectores.)
Después de la presentación, los autores firmaron un buen rato en el Espacio a Quemarropa, donde un entusiasta
Espinosa se afanaba en caricaturizarlos a todos en su cuaderno personal.
La cena fue breve, el mar estaba tan bonito como el resto de las noches...