Aunque no lo crean, ayer fui, después de comer, al cine. Hacía... no sé, meses.
Por supuesto, no hubo dudas respecto a qué película ver. No está la cartelera para mucha fiesta. (No para mí, al menos: que ya casi todo lo que despierta mi curiosidad, que no es mucho, sale en DVD al poco tiempo del estreno...) Tim Burton es, siempre, un valor seguro en mi lista. Y, después de Big Fish, no podía pensar en perderme Charlie y la fábrica de chocolate, una fiesta cromática como sólo él podía plantear sin caer en lo chabacano.
Disfruté la película desde la primera imagen, con ese logo de WB rodeado de la nieve que cae...
(Es, en lo argumental, acaso demasiado blanda. Echo de menos esa crueldad exquisita que envenenaba otros de sus títulos... pero supongo que hay que achacarlo a la novela original...)
Por lo demás, los actores están tremendos (en especial, claro, un Johnny Depp perfectamente desquiciado en uno de los papeles de su vida), el diseño de producción es pura magia... No sé, vayan a verla, qué quieren que les diga... Es un cuento de los de antes.
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Además, pude leer ayer (sí, hubo tiempo para mucho) el segundo tomo del Gotham Central de DC, que tenía en lista de espera desde hace tiempo. Un excelente guión, con imágenes del gran Michael Lark, que en estas páginas ha encontrado su espacio natural de expresión, creo, más allá del esteticismo de Terminal City. Me encanta su entintado. Y me encanta la expresividad de sus personajes.